Andamos cubiertos por la sombra de tres bastiones que se elevan en nuestro horizonte y nos llenan
de carencias que pertenecen a su orden: ficción, dinero y amor
romántico.
La ficción nos permite dibujarnos al
espejo, vestirnos con la apariencia construida a partir de la
imitación, aquella infundada desde la infancia por los mayores, a
la que mas tarde convertimos en su anti, como una formula de escape
para llegar a esa complaciente amalgama que conocemos como "mi mismo", pero dependiente de la aceptación de los otros.
El dinero como un valor nos demuestra,
nuestra mas eficiente aplicación de servicio a un amo. Consumir y
ser consumido literalmente, sin la metáfora de la naturaleza. La
acumulación del dinero y su valor equivalente, traducido en poder,
multiplicados hasta su más absoluta perversión.
El amor romántico como cúspide moral
del entramado, crea a la vez su oponente con la misma capacidad de
sombra, del anti romanticismo basado en el consumo sexual, o esa moneda
viviente, o también, el asexualismo de ingredientes ascéticos cuyo soporte es
una nueva especie de hedonismo que encapsula para protegerse del dolor
y del otro, una aséptica del individualismo.
Mas allá el sol continua irradiando su
dorado calor y su luz que nos recuerda que somos su eco.
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